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Homo legens

Enigmas metafóricos
Enigmas metafóricos

En Hamlet (1,1) dice Horacio: “Pero ved como la aurora, envuelta en su manto de púrpura, viene pisando el rocío de aquella empinada colina”. Refiere a la creciente luz dorada de la aurora –“envuelta en su manto de púrpura”, por el amanecer– que, precediendo al día, aventa –“viene pisando el rocío”– la humedad condensada durante la noche.

Poco menos de un siglo antes que Shakespeare, Alcofribas Nasier, más conocido como François Rabelais, extractor de quintas esencias, que ejerció en su intrincada vida actividades diversas ─monje, médico, humanista y, sobre todo, escritor genial─ usó el mismo procedimiento retórico cuando escribió Gargantúa y Pantagruel.

En el Capítulo III de Gargantúa, leemos: “En son eage virile, espousa Gargamelle, fille du roy des Parpaillos, belle gouge et de bonne troigne, et faisoient eux deux souvent ensemble la beste a deux doz...tant qu’ elle engroissa d’un beau filz” (En su edad viril, se casó con Gargamella, hija del rey de los Parpaillones, bella moza de lindas facciones, y, frecuentemente, hacían entre los dos la bestia de dos espaldas... tanto que ella engrosó de un bello niño). La expresión “hacer la bestia de dos espaldas”, se aclara con el párrafo final “tanto que...”.

En la prosa y poesía barroca del Siglo de Oro español ─en contemporaneidad con Shakespeare─, por influencia de los prolíficos descubrimientos en América, Asia y África, abundan descripciones del mar y navíos comparando éstos con los bosques de donde provenía la madera usada en su construcción: océanos soportando el peso de “selvas enteras”, “alados pinos” y “undosos robles”. Aunque el tópico es de añejo abolengo, ya en el siglo V a.C Medea, de Eurípides, comienza con el lamento de la nodriza: “Ojalá la nave Argo no hubiera volado a través de las negruzcas Simplégades hacia el país de la Cólquide, ni en los valles del Pelión hubiera sido jamás cortado el pino, ni hubiera dotado de remos las manos de los excelentes varones...”.

Estos fragmentos recurren a la metáfora como énfasis expresivo. La figura retórica consiste en un tipo de comparación o símil, para focalizar un fenómeno, objeto o parte del cuerpo, con una representación. Un ejemplo fatigado de símil es: “dientes como perlas"; y, en el decir de nuestro Martín Fierro: “Yo no soy cantor letrao, / mas si me pongo a cantar / no tengo cuándo acabar / y me envejezco cantando; / las coplas me van brotando / como agua de manantial”. El paso de símil a metáfora la da la supresión del término comparativo para dar: "las perlas de su sonrisa" y "el manantial de coplas de mi canto".

Metáfora y símil, en sus variantes incluyen a la sinécdoque, figura retórica que alude a la totalidad mencionando una parte: ─“setecientos sables” en la Carga de la Brigada Ligera de Alfred Tennyson─; y la metonimia, sugerir algo o alguien nombrando algún atributo especial: “el Manco de Lepanto” o “la pluma es más fuerte que la espada”.

Un histórico de los usos de la metáfora y de los laberintos para comprender verdad y error que sus conjeturas encierran lo tenemos en Aristóteles, el primero en reflexiona sobre el tema. Así, en el Capítulo 21 de Poética nos dice: “Metáfora es la aplicación a una cosa de un nombre que le es ajeno, tal traslación puede ser del género a la especie, de la especie al género, de una especie a otra especie o por analogía: del género a la especie: ‘aquí está parada mi nave’ (Odisea 1, 185 y 24, 308), pues ‘estar anclada’ es una forma de decir ‘estar parada’; de la especie al género: ‘Ulises llevó a cabo diez mil acciones nobles’ (Ilíada 2, 272), pues ‘diez mil’ son ‘muchas’ y aquí se usa en lugar de ‘muchas’; de una especie a otra especie: ‘arrebatándole el alma con el bronce’ y ‘abriendo con el indomable bronce’ , pues aquí ‘arrebatar’ quiere decir ‘cortar’ y ‘abrir’ quiere decir ‘arrebatar’ ”.

En la misma línea de razonamiento Aristóteles ejemplifica diciendo que la copa de Dionisio es su atributo, de la misma manera que el escudo lo es de Ares; así se puede llamar a la copa “escudo de Dionisio” y al escudo “copa de Ares". De manera análoga, la vejez es a la vida como el atardecer al día; entonces el atardecer sería “la vejez del día”, y “el atardecer de la vida”, vejez.

Dentro de las formas y combinaciones de la metáfora se destaca la alegoría, sucesión de metáforas que, unidas, sugieren una idea compleja, tal el caso de Manrique con su Coplas a la muerte de su padre: “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir: / allí van los señoríos, / derechos a se acabar / y consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros medianos / y más chicos; / y llegados, son iguales / los que viven por sus manos / y los ricos”.

Pero también una sucesión de metáforas unidas pueden resultar en un enigma que sólo se resuelve cuando se deducen las metáforas encriptadas. Veamos qué nos ofrece Góngora en sus Soledades 1, 5 cuando nos relata: “Era del año la estación florida / en que el mentido robador de Europa / (media luna las armas de su frente, / y el sol todos los rayos de su pelo)”. “La estación florida, es el verano”; “mentido robador”, falso y metamorfoseado; “media luna las armas de su frente”, los cuernos del toro; “y el sol todos los rayos de su pelo”, los rayos son el atributo de Zeus quien, transformado en toro, raptó a Europa.

Como el laberinto, en el cual es posible adentrarse si uno tiene el hilo de Ariadna ─“hilo de Ariadna”, metáfora─ como lo tuvo Teseo para matar al Minotauro teniendo asegurado el camino de regreso; ciertas metáforas y enigmas necesitan el nombre que es la clave. Y el nombre que es la clave, puede marcar la diferencia entre vivir o morir, depende del saber; fue lo que le pasó a Edipo cuando descifró el enigma de la Esfinge.

De donde, tal como nos cuenta Ray Bradbury: “la ignorancia es fatal, señor Garret”, así le dijo Stendahl mientras lo lapidaba de la misma manera que había hecho Montresor con Fortunato en El tonel de amontillado. Ray Bradbury y sus Crónicas marcianas son otras alegorías que demandan una futura historia.

 





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